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domingo, 16 de noviembre de 2008

Dulce de higo cociendo en el puchero


Dulce de higo cociendo en el puchero.
Almendras, avellanas, trituradas.
Membrillo de carne fragante.
Pop, pop, hablando en el fuego.


Pasa, compañera.
Te digo sonriente aunque un cristalillo puntiagudo me araña el ojo. Hace mucho ya que te conozco y que compartimos ratos, silencios, sensaciones, miradas. Que nos levantamos y acostamos juntas, que nos entumecemos a la vez y nos asfixiamos al tiempo.

Entra, mi niña.
Estás siempre. Aún cuando río con todas las ganas, con todo el cuerpo, con toda el alma, en un rinconcito se percibe tu presencia. Presencia azul. De agua, de hielo y de escarcha. De cielo estrellado o sin estrellas. Noche de invierno que me resbala por el cuerpo. Espejo y lágrima que empapan. Sonido monocorde, lastimero, aullido que envuelve. Luz que me baña, mortecina. Estás.

Adelante.
Siéntate y mira a través de mí con la punzada clavada en el iris y tu latido oprimiendo el mío. Tomemos café de día de fiesta, con sus pastitas y todo, mientras habla -pop, pop- el rico manjar en el fogón. Soñemos con lo que fue y no será. Con lo que pudo ser. Imaginemos mundos distintos, colores diferentes, felicidad siempre. Paladeémos el dulce azúcar de los besos regalados. Saboreémos el mar salado de los cuerpos de nuestros amados. Y, al fin, templémonos al calor aromático que desprende el fuego cociendo el delicioso dulce.


Abrázame, abrígame en tu pecho cercano. Me siento sola sin ti.

©Paloma
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