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martes, 23 de octubre de 2007

Prefiero la telepatía



Son palabras. Palabras que cada uno entiende a su manera y que no tiene por qué ser la misma, aunque lo parezca.

¿Recuerdas el cuento de los espejos? Cada uno ve el mundo según lo que él es. Y de ese modo, cuando yo hablo de amistad, hablo desde mi manera de entenderla. Y, cuando me hablas de amistad, entiendo lo que tú me dices según lo que yo misma creo que es. Y viceversa. Cuando tú me hablas de ella, lo haces según lo que tú comprendes. Y, cuando yo te respondo desde mi vivencia, tú lo traduces a la tuya y lo entiendes según tu modo.

Es lógico que sea así. Se trata sólo de una ilusión de entendimiento. Por eso nos frustra, me frustra, el momento de constatar que no entendemos lo mismo del mismo modo. Para que las personas se comprendan certeramente a la hora de comunicarse hacen falta años de conocer y aprender cómo es uno mismo y el otro. Y, aún así, no sé si llega la perfección.

Con la soledad sucede lo mismo. Y con cualquier tema. Por eso me pregunto muchas veces si tiene sentido hablar. Cada día me gustan menos las palabras. Enmarañan. Enturbian. Falsean. Producen irreales sensaciones de cercanía. No expresan lo que tenemos dentro.

En fin, sin embargo las necesitamos. Las necesitamos pero no me gustan. Sería preferible la telepatía. La pena es que casi ninguno tenemos esa capacidad...


©Paloma

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No basta con la imaginación


Me lo he preguntado a mí misma. Me lo he preguntado de tú a tú y aún sin café, mirándome a los ojos... en esta noche negra, de pensamiento negro... ¿Tú puedes volar?...Y la respuesta ha sido "no".

En ocasiones atisbo una luz y parece que cobro bríos. Intento mover mis alas entumecidas. Me alzo un palmo, dos, incluso más... Y vivo de nuevo, por breve tiempo, la ilusión del vuelo.

Pero para remontarse por encima de uno mismo no basta con la imaginación. Hay que tener fe. Y mis alas están rotas. Soy un ángel roto. Caído de un cielo roto, plagado de sueños rotos.

He recogido los trozos de mis sueños y los he ido pegando laboriosamente. Aquí encaja éste. Más allá, si le doy la vuelta, el otro... Soy un puzzle de sueños... Sonrío. No suena mal. Incluso parece poético. Pero el nombre no cambia el contenido. No borra la desilusión. No anula el fracaso.

Mi hada sigue aquí. Empeñada en que busque. Y yo no encuentro nada. Sólo oscuridad.

©Paloma

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lunes, 22 de octubre de 2007

Hoy he salido a mi jardín





Hoy salgo a mi jardín.
Busco el color y la alegría de mis flores.
Para beber de ellas.
Para convertirme en ellas.
Me interno despacio en el sol de la mañana.
Me arropa.
Me abraza su calor viajero.
Oleadas de ternura acompañando soledades,
desarrugando tristezas, meciendo sueños.
Cierro los ojos y, entre sus haces de luz,
siento el beso leve, la caricia callada.
No estoy sola.

Hoy he salido a mi jardín.
No estoy sola.


©Paloma

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domingo, 14 de octubre de 2007

Otra vez será...




Êndrîn acostumbra a revolotear a mi alrededor. Es un hada diminuta, alegre, vivaz, de dulce sonrisa y penetrantes ojos rasgados. Incansable, se acerca, se aleja, una y otra vez, con un pequeño zumbido zzz...zzz...zzz de sus alitas como de papel, en un vuelo arriba y abajo contínuo. Busca llamar mi atención. Observa mi reacción y yo, que lo sé, simulo ignorarla.



Descanso. Luce el sol en este día de mediados de Octubre y mi balcón, orientado al Suroeste, es parte de su camino. La tarde es preciosa. Cálida. Primaveral en otoño. ¡Qué pena! -pienso-. Esta semana ya han talado las ramas de los falsos plataneros que hay fuera. Aún mantenían su follaje verde y abundante del verano. Y hasta ahora, con sus copas repletas a escasos dos metros de la baranda, talmente mi balcón era un árbol más entre ellos.

Mi casita del árbol. Sonrío al evocarlo. Les han dejado grandes muñones y siento tristeza por ellos. Aquí está, de nuevo. Se asemeja a un colibrí. No es mayor su tamaño. Se sostiene, batiendo las alitas, a apenas unos centímetros de mi nariz. La siento. Percibo su mirada fija esperando que abra los ojos. Se está tan a gusto. Y me da tanta pereza hacerle caso. Hago un mohín. Sé lo que quiere. Tanta luz del sol me hace daño. Los entreabro. Se da cuenta. Sonríe contenta y, de nuevo, revolotea incansable a mi alrededor.

No me habla con palabras. De algún modo, llegan sus pensamientos hasta mí y viceversa. Me toma de la mano. Quiere llevarme hacia mis pinturas y bolígrafos de colores. Los tengo abandonados. Lo he intentado. He intentado dibujar y escribir de nuevo. Soy un pozo seco. De mí no sale nada. Sólo puedo admirar la belleza que expresan los demás. Pero, yo, hace tiempo que no siento nada. Que no encuentro nada que contar. Estoy yerma.

Me mira con sus ojillos traviesos, apremiándome. Intento ahondar en mí, busco en lo más profundo. Oigo susurros, voces, risas, canciones de seres de fantasía... pero tan lejos, tan lejos... Insisto. Êndrîn me anima con un gesto de su cabecita. Venga, me dice. Otra vez.

Cierro los ojos intentando hacerle caso. Es una sensación placentera en esta tarde. Todo es cálido alrededor. Una brisa suave me acaricia. Me siento mecida, acunada en mi balcón... El zzz...zzz de mi hada me recuerda lo que debo hacer. Observo mi dentro. Me siento respirar pausada. Me siento latir. Procuro escuchar. Agudizo el oído interno. En algún rincón están las voces. Sí. Me llegan lejanas, pequeñas. Más presentidas que escuchadas. Busco desentrañar los sonidos. Pero no me hablan a mí. No puedo llegar. Todavía no puedo. La desilusión me invade.

Êndrîn me ha cogido la mano mientras tanto. Sabe que lo paso mal y que es ella la que me ha obligado. Y me obliga porque sólo ella debe y lo puede hacer. Tranquila, me dice su sonrisa. La próxima vez será. Y se acurruca conmigo. Sus alitas cesan de batir y sus minúsculas manos aprietan con dulzura la mía.

Sí. Otra vez será.


©Paloma

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