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sábado, 15 de diciembre de 2007

Llegará mi finde



Hoy los pobres gorriones estaban helados. He aparcado mi coche en uno de esos lugares tan apropiados para ello, llenos de barro y restos de obra, que están -como en barbecho- a la espera de la siguiente temporada constructora. Uno de esos lugares de los cuales nos provee el ayuntamiento por estas tierras, en vez de proporcionarnos plazas de aparcamiento como dios manda.



Pues, como digo, he aparcado mi coche y ¡gracias!, sobre el barrizal helado, al lado de una reja de cuadradillo en la que varios gorriones intentaban solazarse, cosa harto dificil pues aunque el día era claro, la helada, el viento y la sensación térmica estaban muy por debajo de cero a las nueve y pico de la mañana. Sin embargo, ellos no parecían demasiado tristes. Se dejaban caer, revoloteaban y volvían a posarse en la reja.



Me he calado el gorro hasta las orejas, la bufanda hasta los ojos y los guantes casi casi hasta los codos... He salido del coche. Apenas un pequeña rendija dejaba libre el campo de visión y el vaho de la respiración quedaba retenido, caliente, en la bufanda... ¡Qué frío!


El camino al trabajo me lleva por encima del puente que llaman del Azucarero, sobre el río. El agua cristalina, gélida. La luz solar reflejándose en ella, salpicando destellos aquí y allá. Y los patos jugando, dejándose llevar por la corriente, volviendo a subir, persiguiéndose y montando un gran estrépito de graznidos y chapoteos. Hace tiempo que la grulla no se deja ver. Ha debido de emigrar al fin a tierras más cálidas en las que pasar el invierno. Sobre esa parte del río daba el sol y el cielo, en lo alto, era azul, diáfano.


La oscuridad y el frío son los dueños de las callejuelas de la parte vieja. En ellas, aún dan ganas de calarse más el gorro y envolverse un poco mejor en la bufanda. Cómo añora una su cama y el calorcito que allí dejó... Cuatro horitas por delante y otras tres y pico más y llegará mi finde, mi sofasito, mi mantita, mi música... Una sensación placentera me recorre mientras evoco la imagen en mi mente... Pensando en ello, se me hace un poco más agradable el ya de por sí eterno paso de las horas de un sábado de trabajo.


©Paloma

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