...Sígueme, te llevo por los más escondidos rincones del Nido...



lunes, 29 de septiembre de 2008

Diálogo

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-Me quieres siempre a disposición, con mi piel limpia, con las carnes abiertas, entregada,
para satisfacerte en verme rendida.

-Te quiero así pero, espera, no te acerques tanto, que me asusto, no quiero tanta proximidad.
Soy un espíritu libre siguiendo pulsiones.

-Me quieres hollando tu rastro, cuidando tu sueño, velando tu risa para, una vez satisfecho,
olvidarte de mi sueño, de mi risa y de mí.

-Te quiero pero no eres nada. Deja que me esconda. Dáme todo de ti para que viva en tu reflejo.
Tú a cambio sólo a veces tendrás mi mano.

-Luego pretendes enmendar. Tan evidente tú. Tan tonta yo.
Y, lo peor, el Departamento de Quejas y Reclamaciones cerrado.


©Paloma

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domingo, 28 de septiembre de 2008

Porque no entiendo


Déjame entrar un momento.

Déjame que mire,

que lea,
que observe,
que palpe,

que huela.

Déjame obtener las huellas,

los rastros,
las sendas
por las que vienes y vas.

Déjame escuchar en el fondo
por si encuentro el código.

Porque no entiendo.

©Paloma

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Te lo aseguro

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Te lo aseguro, es un baile de caras.
Se acercan en solitario o en mareas, olas llenas de caras deslizándose,
y se alejan, regresan, quedan breves.
Te preguntas hasta cuándo.
Después se van, cambian rumbo, retroceden.
El viento puede más.
Son caras-hoja de otoño desprendidas del árbol que nos nace.
Y tú esperas la hoja siempre verde que no se suelte de él.
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©Paloma

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sábado, 27 de septiembre de 2008

Sentada a la puerta de mi vida

Sentada a la puerta de mi vida esperando el milagro que te traiga.

Van tejiendo mis dedos la guirnalda con que adornaré tu cabeza a la llegada. Diestra, con destreza adquirida en innumerables días. Minuciosa, engarzando los tallos de flores y enredadera, procurando no dañarlos, creando el lazo necesario para mantener su compostura. Frescas flores recogidas del jardín, de hermosos colores y deliciosa fragancia, todas aún cubiertas del rocío de la mañana. Ambrosías, azahares, tulipanes rojos...

Concentradas mis manos en su tarea automáta y primorosa, vuela la mente recorriendo el espacio. Más allá de las montañas azules que se divisan en lejanía, más allá de los lagos de altura, más allá de las nieves, más allá del frío y del invierno, de los caminos escarpados y los abismos... Más allá, buscándote. La espalda reposando en el muro protector de la casa y el sol delante derramándose en todo.

Como mi corazón anticipando el momento, resplandecen, ofreciéndose sin reparo al rayo del sol temprano y a mí, los claveles silvestres que crecen libres al otro lado del camino. La brisa los mece y ellos, con un suave contoneo, se dejan hacer, voluptuosos. Recojo pronta un ramillete, estás cerca ya. Añado cada clavel ensartándolo en su preciso lugar, alistando la ofrenda .

Pasa la mañana y llega el mediodía. El sol en lo más alto. Completada al fin la guirnalda, radiante de vida y color, descansa junto a mí sobre la hierba bajo la sombra del árbol que la proteje de la luz, que guardará su frescura hasta que la recibas.

Mientras, va viniendo despacio la tarde. Cambian colores y luces. Crecen las sombras. Aún hay tiempo. Un pensamiento fugaz se me ilumina dentro. Adornaré la entrada de la casa. Esparciré pétalos tiernos de diamela, de azucenas, y jazmines, blanda alfombra para tus pies cansados, dulce aroma para el alma. Ahora , con el rojo poniente, llegarás. Con las estrellas titilantes, con el ulular del búho, con la luna clara... Ahora llegarás.

Hace rato que la noche ha desplegado su negro manto y que el cielo se ha preñado de destellos. Luz de plata baña el aire que rumorea sobre la piel de la tierra y juega con mi cabello y se enreda en mi vestido. Los párpados cerrados. Caen lentas las amapolas blancas de los sueños y la nostalgia azul, que voy ya recogiendo en el vuelo de mi falda para remendarlos con mimo. Adelfas, alhelíes, anturios, claveles rojo, flores de ajenjo, tulipanes... Y me encontrará el nuevo día recogiendo flores frescas para componer otra guirnalda.

Mañana. Mañana vendrá el milagro que te traiga.

©Paloma

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jueves, 25 de septiembre de 2008

Grulla, mi garza real


©Paloma

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martes, 23 de septiembre de 2008

Disculpen las molestias


Mi grulla es una garza real.

Sí, mi grullita. Esa que voy persiguiendo desde hace casi un año. Esa, sí. Esa cuyo comportamiento grullil no era demasiado ortodoxo, pobrecita. Que no quería grano para comer ni el suelo para anidar, sino peces y un árbol, un árbol alto y frondoso. No lo era ni podía serlo, pobre, porque no era grulla, claro está.

Gracias a los últimos documentos fotográficos conseguidos y al conocimiento que este tiempo de contacto me ha permitido adquirir sobre ella y sus costumbres de alimentación y anidamiento... ejemm.. la he podido comparar con la grulla y... Caxis, no sólo eso fallaba. El pico, los ojos, el cuello... la cola... En fin...

Disculpen las molestias, los malos entendidos, los comentarios erróneos... Mi grulla es garza, pero no una garza cualquiera, nononono...

Mi grulla es una GARZA REAL... Ea!

©Paloma

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domingo, 21 de septiembre de 2008

Se va el verano


Se va el verano.

Me lo dicen los árboles de la orilla. Hace ya días que han comenzado a mudar su vestido del verde al dorado, dejando caer en delicada lluvia sus hojas ya secas. Las ráfagas de aire, cada día más fresco, las zarandean de aquí para allá mientras van, poquitas aún pero contínuas, salpicándose en el cristal profundo del río que discurre lento transportándolas a su espalda. Semeja un peregrinaje. ¿A dónde querrán ir? ¿Qué objetivo se marcan? ¿Qué horizontes por descubrir? Barquitos de oro, más livianos que una cáscara de nuez, iniciando un viaje de no retorno.

Se va el verano.

El cielo está gris hoy, dicen que lloverá. El nordeste se arremolina jugando entre mis piernas. Las recojo debajo de la silla mientras doy un sorbo a mi cortado. Intento atrapar el calor apretando la taza entre las manos y me encojo bajo la chaqueta un poquito. Echo en falta unas medias.

Se pierde mi mirada en el cauce de la corriente que diviso a tramos entre los huecos que dejan los árboles. Luego busco hacia arriba, en las ramas altas, por si estuvieran mis grullas. Empiezo a pensar que tienen su nido justo ahí, en un árbol concreto en que las suelo ver cada día. Otros pequeños pájaros bien protegidos con sus abriguitos de plumas revolotean y trinan saltando de una rama a otra entre el cada vez menos frondoso follaje.

Se va el verano.

Apenas me he dado cuenta de que había llegado y ya no está. Volví a encontrar a mi grulla en su principio. Tenemos una historia de amor entre las dos aunque no sé si ella, parte importante de la misma, conoce de su existencia. La he observado día tras día y he descubierto que son dos. No sé a cuál veo en cada ocasión ni cuántas veces veo a cada cual porque sólo en estos últimos días las he logrado encontrar juntas.

Conozco más sobre ellas pero no las distingo, ni sé si se pueden distinguir. Conozco su árbol donde descansan en la altura al abrigo de las miradas curiosas y desde el cual dominan el río, que se extiende sinuoso a sus pies. Deben ser una pareja. Y acabo de descubrir que mi grulla no es tal sino una garza real.

Se va el verano.

Me lo dice la luz que no encuentro al salir de trabajar. El día ya tan corto y que será pronto condenado aún a brevedad mayor. Apetece el sofá, la manta, el calor... y dentro de muy poco el chocolate caliente para cenar.

Se fue.



©Paloma

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domingo, 14 de septiembre de 2008

En guardia


Quiero tenerte delante.
Medir tu intención.

En guardia.
No huyas.
Desenvaina.

Mídeme.
Calibra.
Ataca.

No te fíes.
No soy débil.
Guárdate.

Voy a hundir mi espada en tu corazón.


©Paloma

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domingo, 31 de agosto de 2008

El río, un mundo

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miércoles, 20 de agosto de 2008

Hilos sueltos

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Un día he de coger todos los hilos que van quedando sueltos y los voy a ir ovillando a tu alrededor.

Comenzaré por tu cabeza, en torno a tu frente, una vuelta y otra y otra, lentamente. Cada vuelta rozando la anterior, ordenada, sin superponerse. Cada vuelta un pensamiento puro, luz, descanso de la mente, paz.

Y llegaré a tus ojos, rodeándolos, cuidadosa, cubriéndolos con los hilos que cierran tus párpados y te sumergen en la no-luz acogedora que te mece. Oscurecer luminoso y espiral que se cierne sobre ti y te protege del engaño de la visión para que percibas sólo mis manos y los hilos a tu alrededor.

Progresaré hacia tu nariz, a tus orejas, adaptándose el ovillo a tu perfil. Silenciando. Interiorizando los aromas y los sonidos, esencia del recuerdo que fluye por todo tu dentro y te recorre en oleadas. Filtrándolos, trayéndote aquello que, sin embargo, está cerca.

Y sellarán los hilos tus labios y tu boca en beso leve que te roza y acaricia, y acalla los lamentos. Que ahoga el gemido profundo de tu garganta desgarrada por mil llantos de mil noches de querer huir. Hilos amorosos y metódicos. Vueltas acompasadas, una, otra, en rítmica cadencia.

Y circundan los hilos tus hombros y a poquitos te abrazan y acogen, sosteniéndote pues ahora ya no tienes que luchar. Avanzan delicados y llegan a tu pecho, lo aplacan, protegiendo anillo a anillo el latido de tu corazón sumido en la ficción del devenir diario y que pide auxilio, ahogado, exhausto.

Son hebras de seda que te guardan. Laboriosas. Tejiendo incansables el destino que llevan impreso, marcado en siglos que las han antecedido. Formando crisálida, componiendo el envoltorio sutil donde permanecerás un tiempo para renacer mejor y nuevo. Tú y distinto. Pleno, sin temor.

Con hilos sueltos de vida, plata de estrellas, enmadejo el tejido que te envuelve, camisa del Hombre Feliz, coraza invisible, fresca y liviana armadura con que enfrentar cada nuevo día.

©Paloma

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martes, 12 de agosto de 2008

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Y hoy... ¡Qué tristeza!












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lunes, 11 de agosto de 2008

Inesperado

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Suena el Cascanueces a lo lejos, inesperado. Agudizo el oído, tardo unos instantes en darme cuenta de qué se trata. Corro hacia el dormitorio presurosa temiendo que desista por la tardanza. Me alegra la sorpresa, su voz al otro lado, el paréntesis que me regala.

Me tumbo en la cama para dedicar mis cinco sentidos a escuchar, mirando a lo alto o cerrando los ojos, la sonrisa de par en par.

Qué pequeñas son las cosas que nos vuelven el día feliz.

Gracias.


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©Paloma

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domingo, 10 de agosto de 2008

El abrazo de tus letras

No siempre tenemos alegrías para contar. Además, no sé por qué, pero no se cuentan tanto. Son la soledad, la tristeza, el desasosiego, la confusión, los que nos impelen a ponerlos por escrito, a modo de catarsis. Catarsis de lo cotidiano o de lo trascendente, según la ocasión.

Me gustaría escribir como los ángeles todo tipo de relatos o reflexiones que no tengan que ver conmigo o que me lleven solapada en lo profundo sin que se me distinga a la legua. Pero casi nunca sé. Tengo una musa bastante vaga o dispersa. No, no, no tengo musa, la verdad, no, y sólo a veces soy capaz de encontrar, volando despistada, algún hada pequeñita y aprovechar el rastro de polvo mágico que va dejando a su paso.

Escribo y lo hago de mí. Y lo hago para mí y para el que me lee. No soy escritora. No soy poeta. Intento hacerme comprender. No pretendo provocar compasión o solidaridad. No busco ánimos. Quizá no sepa todas las respuestas, pero sí la mayoría o eso me parece. No espero soluciones ni palmadas en la espalda.

Quiero transmitir, tocar, rozar, conmover. Calar en alguna de tus fibras. Y, si así es, que me lo digas. Quiero el abrazo de tus letras.

Por eso a menudo me refugio aquí, en mi rincón secreto, donde no temo recibir consejos ni frases tópicas o recetas para una vida mejor, donde apenas nadie me lee, donde puedo hablar conmigo misma y contigo casi en el silencio.

©Paloma

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viernes, 8 de agosto de 2008

Mi monstruo de cada día

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Camino de nuevo hacia mi infierno. Mi. Intransferible. Me espera, posesivo, para engullirme de los pies a la cabeza o de la cabeza a los pies. Yo no quiero. No quiero ir. Deseo gritar pero no puedo. Ni permitírmelo siquiera. Se me ahoga el grito atropelladamente.

Aún no he entrado y ya quiero salir. Gruñe complacido, anticipando, imaginando, saboreando ya en su mente tortuosa el placer de lo que presiente, insalivando, refrenando su ansia. Y mis pies me conducen, autómatas, mientras mi cabeza intenta con todas sus fuerzas retener los
pasos, que no avancen... Loca, no te queda otro remedio, has de venir. Percibo la fuerza de esa mente maligna, poderosa, oscura. Tira de mí. Se me agarra.


Introduzco la llave. Se revuelve inquieto el monstruo que me espera. Más fuerte, increíblemente más fuerte que yo. Chirría la cerradura, una sacudida de alegría hace vibrar al que está dentro, nervioso, le cuesta dominarse, a punto de estallar de excitación. Su respiración hedionda e impaciente me golpea al abrir la puerta y penetra por mi nariz, inundándome el cerebro de rechazo y repugnancia. Mi corazón se hiela y, sin embargo, debo entrar.

Entreabro la puerta. Por Dios, he de hacerlo. Ahí está. Me mira a los ojos desde lo oscuro, despiadado y salvaje, relamiéndose en la certeza de que no puedo escapar. De cabeza en el horror. Y se avalanza sobre mí comenzando el festín, devorando glotón, desgarrando la carne, triturando los huesos, tragando insaciable, impasible ante mi esfuerzo por zafarme, decidido a engullirme entera entre sus fauces sanguinolentas y descarnadas, deglutiendo, obligándome a avanzar, a adentrarme a pedazos entre sus vísceras calientes y negras en las que el aire falta. No respiro. Me asfixio. Cierro los ojos. Quiero salir. Desespero. Lloro. Quiero salir.

Me fuerza a recorrer todos los rincones. Inframundo. Empujándome, hundiéndome entre restos informes y nauseabundos, entre esqueletos destrozados de los que llegaron antes. Una vuelta de tuerca más hasta que grito de angustia suplicando el fin sin que nada audible brote de mi garganta. Y, a punto de sucumbir, ya sin cordura, al fin, cede. Afloja. Me devuelve al mundo exterior. Sabe que regresaré, que lo hago cada día y que me tendrá una y mil veces más aún, que me llevará a través de sí, deleitándose con mi sufrimiento.

Es mi monstruo de cada día y yo pido un milagro que me lleve lejos de aquí.

©Paloma

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Hay días II


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En que uno se vuelve niño y no quiere palabras ni razones.
Sólo un regazo, unos brazos amorosos y el silencio de los dedos y los besos que calman.

No quiero que me digas. Quiero que estés.
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©Paloma

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No hay remedio




Perdida,
busca unos brazos en que refugiarse
una voz acogedora que se enrede entre su pelo
un cuento que trace caminos
un verso, un poema, una palabra, una caricia
un abrazo, un beso, una mirada, una sonrisa

No encuentra. No hay eco. Está sola.
Congoja de corte afilado la va rebanando en porciones, matemática, durante la noche.

Y el día, por fin, el día.

Con un gesto se despiertan las piezas del puzzle, ser humano.
Se encajan, se engarzan, se sueldan sin apenas costuras apreciables a la vista.
Ya no hay remedio. Vamos.

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©Paloma

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Dáme

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Dáme una noche eterna, infinita, cálida y acogedora.

en la que hacer naufragar mi desasosiego.


©Paloma

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viernes, 1 de agosto de 2008

Implacable


Caxisss... tenía que guardarme la lengua y dejar de contar las cosas que me pasan porque al final me quedo en evidencia. ¿Sucederá a todo el mundo como a mí? ¿¿Implacable?? Ahora me imagino las sonrisas de los que hayan podido leer lo escrito anteriormente. Voy a esconderme la cabeza debajo del ala... Ejem... Implacable... Anda, que...


©Paloma

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jueves, 31 de julio de 2008

Y a pesar de todo...

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Y, a pesar de todo, aún pienso en pasar por encima de mí y rescatarte, en que no te sientas triste.

Y me pregunto dónde nos perdimos, dónde nuestros dedos ya no se alcanzaron, dónde nuestras miradas comenzaron a enfocar puntos diferentes, dónde la risa dejó de serte necesaria, dónde ya no necesitaste respirar mi voz.

Y cabizbaja, me enrosco hacia dentro y me acurruco al calorcito oscuro, sonrío triste recordando lo que hemos vivido.

Y te quedas mudo, siempre tan mudo. Y yo no hablo, para qué.

©Paloma

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La certeza

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Una y otra vez me digo: Ya está. Se ha terminado. Acéptalo. Y me obligo a beber con parsimonia la hiel de la certeza, degustándola a sorbos, dejándola extenderse poco a poco por mi lengua, deslizándose mientras dibuja un camino de fuego amargo en mi tráquea. Y me obligo a someter a mi garganta, pues se niega a tragar, mientras mis ojos se le alían, inmisericordes, llenándose de agua titubeante que pugna por derramarse.


Me esfuerzo en traspasar con la mirada ese escudo que la distorsiona, dirigirla hacia adelante, respirando hondo, para que nada me distraiga ni me vuelva débil. No importa. Ya está. Ya lo sabías, niña.


Y soy implacable conmigo misma. Me niego a aceptar mentiras, enmiendas, apaños, fantasías que no sean ciertas. En ocasiones me dejo engañar pero sólo un poquito y sólo por mí misma. Me digo: no sabes lo que vendrá, da una oportunidad, será diferente. Qué dulce es el breve instante de casi creerlo. Qué pena no ser ya tan inocente. Ilusa e implacable, ¿cómo conjugarlo?


Y no siéndolo, lo sueño. Sueño encontrar una mano en la que sujetarme y que no desaparecerá. Sueño unos ojos en los que perderme sin miedo. Unos brazos que, dejándome libre, me atrapen. Unos pies que caminen junto a los míos.


Pero hoy, hoy no, hoy ya sé que esta vez no será. Y la certeza se abre paso desde hace tiempo quitándome la venda, leve, pero venda al fin, que busca mantener vivo lo que está muerto.

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©Paloma

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