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domingo, 21 de septiembre de 2008

Se va el verano


Se va el verano.

Me lo dicen los árboles de la orilla. Hace ya días que han comenzado a mudar su vestido del verde al dorado, dejando caer en delicada lluvia sus hojas ya secas. Las ráfagas de aire, cada día más fresco, las zarandean de aquí para allá mientras van, poquitas aún pero contínuas, salpicándose en el cristal profundo del río que discurre lento transportándolas a su espalda. Semeja un peregrinaje. ¿A dónde querrán ir? ¿Qué objetivo se marcan? ¿Qué horizontes por descubrir? Barquitos de oro, más livianos que una cáscara de nuez, iniciando un viaje de no retorno.

Se va el verano.

El cielo está gris hoy, dicen que lloverá. El nordeste se arremolina jugando entre mis piernas. Las recojo debajo de la silla mientras doy un sorbo a mi cortado. Intento atrapar el calor apretando la taza entre las manos y me encojo bajo la chaqueta un poquito. Echo en falta unas medias.

Se pierde mi mirada en el cauce de la corriente que diviso a tramos entre los huecos que dejan los árboles. Luego busco hacia arriba, en las ramas altas, por si estuvieran mis grullas. Empiezo a pensar que tienen su nido justo ahí, en un árbol concreto en que las suelo ver cada día. Otros pequeños pájaros bien protegidos con sus abriguitos de plumas revolotean y trinan saltando de una rama a otra entre el cada vez menos frondoso follaje.

Se va el verano.

Apenas me he dado cuenta de que había llegado y ya no está. Volví a encontrar a mi grulla en su principio. Tenemos una historia de amor entre las dos aunque no sé si ella, parte importante de la misma, conoce de su existencia. La he observado día tras día y he descubierto que son dos. No sé a cuál veo en cada ocasión ni cuántas veces veo a cada cual porque sólo en estos últimos días las he logrado encontrar juntas.

Conozco más sobre ellas pero no las distingo, ni sé si se pueden distinguir. Conozco su árbol donde descansan en la altura al abrigo de las miradas curiosas y desde el cual dominan el río, que se extiende sinuoso a sus pies. Deben ser una pareja. Y acabo de descubrir que mi grulla no es tal sino una garza real.

Se va el verano.

Me lo dice la luz que no encuentro al salir de trabajar. El día ya tan corto y que será pronto condenado aún a brevedad mayor. Apetece el sofá, la manta, el calor... y dentro de muy poco el chocolate caliente para cenar.

Se fue.



©Paloma

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