...Sígueme, te llevo por los más escondidos rincones del Nido...



domingo, 23 de marzo de 2008

El Señor del Invierno

El Señor del Invierno se remueve inquieto en el imponente trono de hielo. Ya hace dos días que debía haber cedido el cetro a Primavera pero está triste, triste porque no ha podido realizar su labor concienzudamente, como a él le gusta. Y es que van ya unas cuantas temporadas en que Otoño no quiere irse, o se va a días alternando con Primavera, e Invierno debe estar muy atento, al quite, para recuperar su trono cuando ellos se despistan. Sólo puede haber frío cuando Invierno ocupa su sillón. El cetro por sí solo no funciona. Cetro y trono deben combinarse.



Esta mañana Primavera dormita tranquila -sabe que está en su turno estacional- arropada por el aroma y el murmullo suave de las flores del almendro. Acurrucada en una oquedad del tronco, al abrigo del día, no se percata de que todo a su alrededor es blanco, blanco radiante... siiiii... como un vestido de novia.


Y es que al fin Invierno, exultante de felicidad y bien sentado en su sillón, hace trabajar a su cetro. Le ordena ¡Ventisca!, que azota los árboles y las plantas, que arrastra las nubes velozmente por el cielo, que ruge con fiereza. Ordena ¡Granizo! que golpea los peñascos y las casas -¡Cuidado! Una oveja está fuera del redil pero ya el pastor la recoge a toda prisa- y las calles y la gente... Piedras de granizo por doquier. Las ciudades quedan desiertas. Invierno disfruta satisfecho. Temía haber olvidado el manejo de su cetro. Lo va desentumeciendo con órdenes que prueba con brevedad.

Tiene grandes deseos de hacer nevar, nevar suavemente, cubrir de nieve el paisaje hasta donde alcance la vista y más... Se pregunta si será capaz de realizar un trabajo tan delicado. Ha pasado mucho tiempo... Un hormigueo de temor le invade y tiembla ligeramente la mano helada con la que sujeta el cetro. La nieve significa algo más, mucho más para él que el resto de sus habilidades. La nieve es una obra de arte. Los aguaceros, los hielos, los granizos, las ventiscas... sólo los ama él. Pero la nieve, tan blanca, tan suave, tan hermosa... es amada por todos.

Los niños la esperan para jugar sus batallas de bolas redondas, para hacer muñecos -más grandes cuanta más nieve- y colocarles su gorrito, su escoba, su zanahoria... y realizar iglús en los que sentirse esquimales. Para deslizarse en trineo por las cuestas nevadas y escalarlas de nuevo tirando de él con una cuerda, después lanzarse abajo otra vez. Para hacer travesías por el bosque y tomar fotografías de cualquier rincón. Todo se vuelve infinitamente más hermoso con ella, el bosque y la ciudad. Cuando nieva la gente sale de sus casas -pequeños y mayores- y es una fiesta imprimir nuestras huellas sobre ella. Y es también una fiesta en la naturaleza, en los campos, en los que va destilando despacio el agua asegurándoles buena humedad en primavera. Hasta los animales se maravillan de ver esos algodones caer y brincan y caracolean intentando atraparlos.

Alza su cetro Invierno, en la mente una idea: NIEVE... Y en un gesto delicado, que creía no poder recordar, ordena que se produzca la maravilla... Aguanta la respiración. No está seguro de si habrá sido demasiado leve el gesto. Quizás no es suficiente. Las nubes de plomo cubren el cielo. Algunas gotas caen con parsimonia. Duda.

Eleva el cetro de nuevo y repite, casi imperceptible, la misma acción. El cetro es prolongación de su mente fuertemente concentrada. Mantiene el esfuerzo... Y ya la lluvia se va tornando algo más pesada y blanca. Son copos, grandes copos, planos, que caen verticales, sin agobios hacia el suelo. Va volviéndose más densa y espesándose la nevada pero siempre tranquila, despaciosa... Así la quiere su Señor. El paisaje se cubre de un blanco luminoso y hasta el sol se cuela entre las nubes un momento para hacerlo brillar aún más. Un manto sedoso, su regalo de despedida pues debe ceder ya el Trono a Primavera.

Cansado, su tierno corazón helado se despide satisfecho al fin. Sacude el anciano su larga melena y la interminable barba nívea que le nace del rostro. Vestido con túnica gélida, adornada de carámbanos, y capa de escarcha con abotonadura de granizo, se incorpora lentamente posando el cetro con suavidad en el Trono de las Estaciones. Ese asiento que ocupará otra vez sólo cuando, a su tiempo, vuelva de nuevo a nacer. Se va.

Desde mi ventana, al calor de la lumbre, veo cómo sube en un trineo primoroso, tirado por rayos, iluminado de innumerables centellas, acompañado por la nieve que cae cual manto fundiéndose con el suyo propio. Mira en derrededor, deteniéndose, despidiéndose, queriendo atrapar en esa mirada la maravilla que ha conseguido realizar, y repara en mí, en la mía que le observa a través del cristal de la ventana. Eleva una mano en señal de despedida. Sus ojos en los míos por un momento eterno y fugaz, gastados y sonrientes, me dicen adiós.




Adiós, Señor del Invierno... Se interna en la nieve. Se pierde en la bruma. Ya el día huele a Primavera, más largo. El campo reverdece. Nacen nuevos brotes en las ramas de los árboles. Los pájaros trinan alborozados mientras construyen sus nidos. Las plantas se visten galas de color y de flores. Los aromas invaden poco a poco el ambiente. Y la grulla... sí, aún se quedará hasta que el calor aumente tanto que desée retornar al Norte del que vino un día. ¡Hasta el año que viene!

©Paloma

Leer más...

jueves, 20 de marzo de 2008

La aurora boreal y la puesta de sol

.

A simple vista no parece distinguirse del resto pero sus ojos oscuros, vivarachos y llenos de picardía, ríen solos en cuanto los miras, transformándose en una pequeña rendija. No estoy segura de si logra ver bien a través de ella o si le basta con anclarse en la mirada que le responde

Tiende puentes de sonrisas y es cálido en las distancias cortas pero atesora las palabras, las retiene, las guarda, como el usurero acumula las monedas o los bienes que son preciados para otros. Eso son para él las palabras, su bien más preciado.

Ama aquellas que se elevan por encima de la realidad, que hacen soñar y sueñan, y vuelan trascendiendo lo prosaico. Desdeña las sencillas y cotidianas, ésas que cualquiera podemos utilizar. Y las atrapa y encierra sin comprender que son ellas y no las grandes las que vuelven la vida más fácil de vivir, las que acogen, consuelan, animan, abrazan, acarician, apoyan, sostienen, comparten... Desconoce que un "¡hola!" hace vibrar cálidamente el corazón y tiende una mano intangible pero efectiva. E ignora que un "¡ven!" se cuela en el alma como si de la más inmortal poesía se tratara.


La aurora boreal es mágica pero no siempre se produce ni está a nuestro alcance. Sin embargo, el atardecer de cada día nos invade con sus rojos y amarillos tiñendo de forma inigualable la atmósfera y volviéndonos luz.

El niño de ojos oscuros, vivarachos y llenos de picardía que ríen solos en cuanto los miras, apresa las palabras y, esperando la aurora boreal, retiene al sol dentro de sí...

©Paloma

Leer más...

lunes, 17 de marzo de 2008

Consumación


Esta vez se ha consumado la reunión familiar al completo. No tengo conocimiento de si sucede en otras familias pero sí en la de mi ex y, ciertamente, la cosa tiene mérito. Mis suegros han sido capaces desde el principio no sólo de no tomar partido (sólo por un breve tiempo lo hicieron) sino de seguir tratándome como a una hija o nuera, no en vano soy la madre de su nieto mayor. Y no sólo ellos, mis cuñados, los tíos de mi ex... todos me tratan como de la familia, así me lo dicen y así me lo demuestran...

Pero la cosa va más allá desde el momento en que mi ex-marido inicia una nueva relación y mis suegros continúan invitándome a todos los eventos familiares junto con ellos. Hoy ha sido nuestra primera vez, un completo.

Antes de que I. (mi ex) y A. tuvieran a J., yo intentaba ponerme en el lugar de ella. Al fin y al cabo, yo sé qué puesto ocupo, como madre del primer nieto tengo mi propio status en la familia, pero A., por aquel entonces, sólo era la-compañera-de-I. Ahora es diferente, también los ha hecho abuelos, con lo cual ocupa el sillón de madre-de-nieto-cuyo-padre-es-I. contiguo al mío. I. es el primogénito y los descendientes directos de I. son los primeros en la línea sucesoria...

Después tenemos a los descendientes de F., el segundogénito, J. y J., niño y niña, cuya madre ocupa el sillón número 3, correspondiente a un grado más alejado en la línea de sucesión. Y nos quedan las hijas, R. y P., mis cuñadas, hermanas de I. y F., que no tienen intención alguna de dar nietos a sus padres y, por tanto, por decisión propia, son las últimas en las aspiraciones al trono familiar...

¿Quizás hemos sido una expareja de comportamiento no muy habitual? Cuando I. se enteró de que iba a ser padre, me dio la noticia encantado de la vida. De eso se derivó que me dijera oficialmente (extraoficialmente ya lo sabía) que salía con alguien, claro... porque el niño si no de dónde... Cuando nació la criatura me los trajo y me presentó a los dos, al nene y a la madre. Y no habíamos coincidido más hasta hoy en que, como todos los años, el yayo de mi hijo ha celebrado su cumpleaños en un caserío en los alrededores de San Sebastián y hemos acudido todos.

¿Qué pasa en el corazón de mi hijo cuando ve a su padre con una nueva familia? ¿Cuando lo ve jugar con su hermano J. como jugaba de pequeño con él?¿Le llegarán reminiscencias de aquellos tiempos? ¿Sentirá desazón? ... No lo sé. No me lo dice. Veo que mira al pequeño con dulzura y espero que no la pierda jamás. Me ha gustado verle jugar con él, que tiene tan sólo 15 meses.

Habiendo entendimiento, la familia no mengua sino que crece y se enriquece... Chup, chup!

Va por mis suegros, que hacen lo que tienen que hacer para mantener unida a toda su prole.

©Paloma

Leer más...

jueves, 13 de marzo de 2008

Las cartas

Añoro las cartas, ésas manuscritas y en papel que, antes de la llegada de internet y de los móviles, empleábamos a menudo para comunicarnos contándonos lo que nos sucedía (cambios de casa, vacaciones, estudios en otras ciudades...)

A mi casa llegaba todas las semanas la carta de mi abuela
(abuelita). Era primero leída por mi madre y mi padre y después, previa censura, nos era leída a todos los nietos, La escuchábamos con atención. Hacíamos repetir los párrafos que más nos gustaran. Incluso la carta completa.Y mi madre respondía religiosamente a cada misiva de mi abuela. Así fue hasta la muerte de esta última.

Pocas personas encuentro hoy en día a las que no seduzca más una llamada por teléfono que una carta. Y sí, para un aviso rápido, para una aclaración... para algo práctico, es útil el teléfono. Pero la carta tiene la riqueza de que no se marchará al colgar, no olvidaremos las palabras o el tono porque de nuevo puede ser leída y releída innumerables veces evocando lo que en ella se cuenta, teniéndolo dentro.

He guardado y guardo aún las cartas que el entonces novio mío, que se encontraba en la mili, y yo nos escribimos. Y las saboreé en múltiples ocasiones a lo largo de nuestra vida en común. Hoy ahí están, una parte de nosotros que ya terminó pero que fue. Seguramente no las volveré a abrir o... ¿quién sabe?

Y me gusta recibir cartas, aunque ahora no sean manuscritas... Conversaciones a las que poder volver cuando se tiene la necesidad... ¡Qué bonita es la espera de una carta! La imaginación, la fantasía, idean mil comentarios posibles dentro de la misma antes de su llegada.

Escribir cartas ayuda a interiorizar, a sacar de uno mismo que se encuentra sólo ante el papel, mucho más de lo que lo pueden hacer otros medios de comunicación...


©Paloma

Leer más...

martes, 11 de marzo de 2008

Madre primera

Nos divorciamos y, la verdad, excepto de forma puntual en el momento del reparto (¡qué duro se hace dividir miseria!), siempre lo llevamos y nos llevamos bien. Entre nosotros se ha mantenido el buen ambiente, el buen rollo, el ayudarse si hace falta.

Pronto él se marchó a vivir fuera y nos hablábamos por teléfono de vez en cuando, en los cumpleaños, en el día del Padre y de la Madre, incluso nos reuníamos en las fiestas familiares, las suyas (en las que yo sigo y seguiré siendo considerada una hija), pero no en las mías (mis padres no le perdonaron).

Algunos temas quedaron a medias, por ejemplo, nuestro hijo, que se perdió a su padre a lo largo de casi todo su crecimiento... y lamentablemente también ahora. Y todo estaba bien. Cada uno rehaciendo su vida. Sabía que había comenzado a salir con alguien y no me afectaba en absoluto.

Un Día de la Madre me llamó, como cada año, para felicitarme y me dió, radiante, la noticia de que iba a ser papá. Sentí una punzada dentro y pensé para mí: "papá ya lo eres; en todo caso, papá por segunda vez". Me dolió. Sí. Me dolió por N., pero comprendo la ilusión con la que me lo decía y que no pretendía obviar a su primer hijo. Lo cierto es que, de chiquitín, le quiso mucho y le cuidó en los ratos que estaba con él, como vi el sábado que cuidaba al pequeño J.

Y yo, que ya no tenía nada con él, sentí unos deseos irreprimibles de llorar en cuanto colgué el teléfono. Llorar por lo que no tuvo mi hijo y que seguramente (ya lo he comprobado y espero que le dure más que al mío) tendrá éste. Llorar porque, aunque nuestra ruptura era definitiva y no esperaba ni me planteaba ninguna vuelta, era la materialización del fin de nuestra vida en común, tantos años juntos compartiendo tanto, tantas ilusiones, tantas ganas que quedaron en el camino. Llorar porque había sido capaz de comenzar con una nueva familia y, sin embargo, de su hijo mayor se acordaba en los cumpleaños, al menos en la práctica, y poco más.

Y se me planteó un "problema"... Yo, que necesito poder nombrar todo lo que me sucede o soy, precisaba también ubicarme con respecto a aquella criatura, porque me sentía alguien siendo, como soy, la madre de su hermano mayor. Después de darle muchas vueltas, encontré una "solución" que me satisfizo y me dejó tranquila. Concluí que, para los dos hermanos, yo era Madre Primera y la de J., Madre Segunda...

Todavía no lo he comunicado de forma oficial...

©Paloma

Leer más...

domingo, 9 de marzo de 2008

Encuentros




Juega con un niño pequeño. Lo monta en los columpios y, cuando intenta llevárselo, el peque protesta. Le atiende, le trata con mimo y paciencia. El nene ríe contento al ser impulsado con fuerza y alzarse el columpio a una altura ya significativa para su corta edad. No tiene aún 15 meses. Es rubio, con el pelo un poquito largo, liso. Su tez pálida. Sus ojitos redondos. Carita simpática.

Si no lo hubiera estado buscando, habría pasado de largo sin conocerle. Hace ya 1 año de la última vez que nos vimos. Tiene más canas y ha cogido un poco de peso y, sobre todo, le falta la barba que acostumbraba a llevar. Sus ojos siguen siendo risueños y tristes y hasta un punto traviesos pero ya cansados.

Siento una extraña sensación al observar desde la distancia sus juegos. Extraña por la ausencia de emoción en mí, como si de un desconocido se tratara. Extraña por lo importante que fue en mi vida y no ser ahora nada. Extraña porque contemplarles me transporta al pasado pero sólo para ser mera espectadora de él.. Me llegan reminiscencias de otras tardes, otros parques, otros juegos, otras risas...

-¡Hola! ¡Estábais aquí!- le saludo.

Se vuelve hacia mí. Me sonríe.

-¡Hola! Sí, desfogando al peque para que nos deje comer un poco tranquilos luego.

-Te he llamado al móvil al salir pero no me has cogido. Pensaba que quizás no venías finalmente.

-¡Qué va! Es que me lo he dejado en el coche-, dice con una expresión de excusa en el rostro.

Busco en sus ojos mientras me habla. No, no hay nada. También soy una extraña para él. Incluso percibo un ligero nerviosismo por su parte. Le pregunto por su vida, por cómo le va. Charlamos un rato y nos ponemos al día de forma somera sobre la suya y la mía. Me dice que después vendrá nuestro hijo a verles. Es importante el matiz, "vendrá". No es el motivo principal de su visita a esta ciudad abrazar a su hijo mayor. Nos despedimos y le deseo un buen viaje, para cuando yo salga de trabajar esta tarde él ya se encontrará de regreso.

©Paloma

Leer más...

sábado, 8 de marzo de 2008

Pequeñas preguntas


Hay pequeñas preguntas que, sin pretenderlo, te sitúan entre la espada y la pared, colocan un precipicio a tus pies, hacen mella...

"¿Tanto te doy?" ...

Y yo no sé dónde ubicar la línea que divide el cariño que yo doy de mi propia necesidad de cariño.


©Paloma

Leer más...

miércoles, 5 de marzo de 2008

Sobre la inspiración


Yo me pregunto si es tan dificil escribir lo que uno siente. Y por qué a menudo esperamos que la inspiración, unas veces suave como la brisa fresca, otras potente cual torbellino, nos envuelva dirigiendo nuestro pensamiento y nuestras manos.

¿Por qué nos empeñamos en manifestar o decir de modo distinto al que somos? ¿No sería mejor expresarse sin más, a bote pronto?

Quizás la inspiración sólo espera un hueco, un resquicio por donde colarse entre nuestra mediocridad.

Prefiero la desnudez, unas veces dulce y otras amarga, de las palabras crudas que cuentan, que hablan, que lloran, que ríen... desde dentro.

©Paloma

Leer más...

Related Posts with Thumbnails