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lunes, 6 de octubre de 2008

Anuska y los duendes


Había una vez una niña pequeñita que vivía en un bosque, con su papá que era leñador y su mamá que tenía una tahona en la que hacía ricos panes, bollos, pastelillos y tartas. También mallorquines (risas del público y el narrador). La niña solía salir a jugar por el bosque y su mamá le ponía algún panecillo como merienda.

Como todos los días salió, internándose entre los árboles. Se fijó en uno, grande y con un gran hueco por el que metió la cabeza y saludó.

-Holaaaaaaaaaa

-Holaaaaaaaaaa, le respondió una voz desde abajo.

La niña se sorprendió. ¿Será el eco? Y repitió: -Holaaaaaaaaaaaaaaaaaa

Y esta vez la voz tardó un poco más pero saludó del mismo modo y con fuerza: -Holaaaaaaaaaaaaaaaaaa

Un poco asustada, sacó la niña la cabeza del interior del árbol y continuó caminando hasta descubrir un agujero entre la maleza. Se asomó y comprobó que se trataba de la boca de una cueva y por ella fue entrando poco a poco al interior. Olía muy rico pues en el centro de la misma una gran olla cocía exquisita sopa. Tenía hambre y la sopa olía tan bien que cogió un plato hondo y una cuchara y se sirvió una buena cantidad. Sacó el panecillo de la bolsa y se puso a comer.

Comenzó a sentir voces, pasos, ruidos... y fueron llegando seres de muy diversos tipos. Unos tenían alas, otros antenas, los había pequeños y más grandes. Se colocaron alrededor de la mesa porque querían comer. La niña los miraba un poco encogida esperando ver cuál era su reacción al encontrarla allí y comiendo de su comida. Sin embargo parecían no verla.

De pronto se percataron de que había un plato con sopa en la mesa.

-Alguien ha comido antes que nosotros, comentó el de las antenitas.

-Y también hay un panecillo mordisqueado, ¿quién habrá sido?, dijo a su vez el que tenía alitas.

-Soy yo, ¿no me veis?, dijo la niña. Soy yoooooooooooo...

Pero no la veían. Uno, más gordito (risas del público), fue a sentarse en la silla en la que se encontraba la niña y notó algo extraño. Dijo al duende más viejo: -Creo que aquí hay algo aunque no veo nada.

-Ahhh, respondió éste, será un humano, los seres mágicos no los podemos ver. Para conseguirlo hemos de tomar un filtro. Lo bebieron y la niña se hizo visible a sus ojos.

-Holaaaaaaaaa, ¿cómo te llamas? Exclamaron a coro.

-Soyyyy... (bautizó rápidamente el narrador) Anuska .

Y se enfrascaron en animada charla. La niña dijo que su papá era leñador y su mamá (tahonera, dijo una voz desde el público) (risas)... tahonera. Hablaron de los humanos, de las hadas, de que no podían verse unos a otros porque sus mundos eran ocultos para los demás pero hubo una ocasión en que un hada, llamada (rebusca el cuentacuentos en su mente)... mmm... Gildaberta (-Gilda-, dijo una niña) ( risas), se enamoró de un humano y se casó con él y por eso Anuska podía verles ya que era descendiente de ese hada.

Estaban muy a gusto en tan animada conversación pero la niñita recordaba cada vez más a sus papás y quiso marchar ya de vuelta a su casa. Salió por la boca de la cueva escondida entre la maleza, atravesó el bosque en sentido inverso pasando delante del árbol con el tronco hueco y cuya voz respondía desde lo profundo a los saludos y, poco a poco, fue llegando a su cabaña donde esperaban los papás, que estaban muyyyyyyy preocupadossssssssss.

-Mamá, papá, soy Anuska, ¡¡estoy aquí!!

-Hija mía, qué preocupados nos has tenido! Pero ¿dónde has estado metida?

Ella se dio cuenta de que grandes arrugas de preocupación surcaban el rostro de sus padres.

-Pero ¡si sólo he faltado una tarde! Me encontré con un árbol que hablaba y una cueva donde viven los seres mágicos de donde salió mi tía Gilda-berta... y así fue narrando a sus papás lo que había visto y le habían contado.

-Hija mía, no has faltado una tarde sino una semana. Y la abrazaba fuerte con mucho cariño pero con seriedad para que no lo volviera a hacer nunca más.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

©Finwë Anárion

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2 briznas para mi nido:

Juan dijo...

Que cuentista más cuentista.
Más que cuentista ,cuentistón.

Paloma dijo...

Y lo bien que cuenta cuentos. Y lo bonitos que son.

Sirven para soñar, para reir, para olvidar, para recordar que se debe seguir creyendo...

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