Luce un sol espléndido. Hace mucho viento. Dice la radio que ha bajado la temperatura dos grados con respecto a la de ayer. Hay que abrigarse.
Desde mi casa no veo conejos y los árboles, pobrecitos, con sus ramas amputadas se yerguen desnudos y valerosos ante el casi invierno gélido, inclemente. Yo les hablo, siempre les hablo. Y sé que les gusta saber que estoy aquí y que pienso en ellos. Se sienten arropados por esta corriente emocional que va y viene entre nosotros, fluctuante como las olas, como la marea.
No hay gaviotas en este aire, ni sobre estas olas, pero llegan sus chillidos lejanos y percibo el olor a mar, a iodo. La brisa marina me acaricia y mis pies descalzos caminando por la orilla van dejando huellas efímeras que se lleva el agua. Estoy allí y aquí. Hasta mis árboles hunden sus raíces en la arena. Sienten la corriente húmeda que las baña y se mueve entre sus recodos, que arrastra ese frágil suelo en que se asientan.
A ellos les gusta el mar. Y el aire distinto en la costa. Les llevo allí siempre que puedo. Y ahora los traigo de vuelta. Hay que vivir la mañana.
http://es.youtube.com/watch?v=35NhLarjRLI
©Paloma
0 briznas para mi nido:
Publicar un comentario