Sentada a la puerta de mi vida esperando el milagro que te traiga.
Van tejiendo mis dedos la guirnalda con que adornaré tu cabeza a la llegada. Diestra, con destreza adquirida en innumerables días. Minuciosa, engarzando los tallos de flores y enredadera, procurando no dañarlos, creando el lazo necesario para mantener su compostura. Frescas flores recogidas del jardín, de hermosos colores y deliciosa fragancia, todas aún cubiertas del rocío de la mañana. Ambrosías, azahares, tulipanes rojos...
Concentradas mis manos en su tarea automáta y primorosa, vuela la mente recorriendo el espacio. Más allá de las montañas azules que se divisan en lejanía, más allá de los lagos de altura, más allá de las nieves, más allá del frío y del invierno, de los caminos escarpados y los abismos... Más allá, buscándote. La espalda reposando en el muro protector de la casa y el sol delante derramándose en todo.
Como mi corazón anticipando el momento, resplandecen, ofreciéndose sin reparo al rayo del sol temprano y a mí, los claveles silvestres que crecen libres al otro lado del camino. La brisa los mece y ellos, con un suave contoneo, se dejan hacer, voluptuosos. Recojo pronta un ramillete, estás cerca ya. Añado cada clavel ensartándolo en su preciso lugar, alistando la ofrenda .
Pasa la mañana y llega el mediodía. El sol en lo más alto. Completada al fin la guirnalda, radiante de vida y color, descansa junto a mí sobre la hierba bajo la sombra del árbol que la proteje de la luz, que guardará su frescura hasta que la recibas.
Mientras, va viniendo despacio la tarde. Cambian colores y luces. Crecen las sombras. Aún hay tiempo. Un pensamiento fugaz se me ilumina dentro. Adornaré la entrada de la casa. Esparciré pétalos tiernos de diamela, de azucenas, y jazmines, blanda alfombra para tus pies cansados, dulce aroma para el alma. Ahora , con el rojo poniente, llegarás. Con las estrellas titilantes, con el ulular del búho, con la luna clara... Ahora llegarás.
Hace rato que la noche ha desplegado su negro manto y que el cielo se ha preñado de destellos. Luz de plata baña el aire que rumorea sobre la piel de la tierra y juega con mi cabello y se enreda en mi vestido. Los párpados cerrados. Caen lentas las amapolas blancas de los sueños y la nostalgia azul, que voy ya recogiendo en el vuelo de mi falda para remendarlos con mimo. Adelfas, alhelíes, anturios, claveles rojo, flores de ajenjo, tulipanes... Y me encontrará el nuevo día recogiendo flores frescas para componer otra guirnalda.
Mañana. Mañana vendrá el milagro que te traiga.
©Paloma
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